Por Jaime Roset. Septiembre 2012.
Terranatur y Raidaventura4x4.
Ayer regresaba por la carretera de Bejar hasta Ávila. Es un septiembre muy seco y los contrastes en el paisaje están más acentuados que nunca. Mezclar los recuerdos de una jornada especial, mientras escucho música clásica con las ventanillas abiertas, es uno de mis placeres favoritos.
Sólo siete personas: Juan, Luis, Teresa, Said, Marta, Álvaro y servidor, pero la sensación de haber disfrutado esta berrea con más libertad que nunca.
El viernes a partir de las ocho ya habían llegado Luis y Teresa, que esperaban cervecita en mano en la agradable terraza del Restaurante Riomalo. Allí, lugar de parada obligada para moteros y aventureros, justo a las puertas de las Hurdes, han creado un rincón muy agradable a la sombra de los árboles, y a la vera del rio Ladrillar y su piscina natural. Ahí mismo cenaríamos poco después de llegar el resto de los participantes.
Luisa y Maribel, que tienen un talento para la cocina fuera de lo común. Nos premiaron con una crema fría de calabacín y una delicada lasaña vegetal. Cuando creíamos que venían los postres, apareció Toñi con una bandeja llena de cabrito recién hecho a la brasa siguiendo el estilo hurdano, con un majado de aceite, ajo y un poco de vinagre. Hacía tiempo que no había probado algo tan rico. Para cerrar la copiosa cena regada con vino de la zona, probamos algunos de sus postres artesanales: tarta de cuajada, flan de huevo, tarta de piña, flan de café con forma de corazón (¡irresistible!) No hay palabras. Poco después, nos levantamos de la mesa para pasar a la acción y bajar el banquete.
Eran ya más de las 11 de la noche y fuimos por pistas al mirador de la Antigua, cerca del Meandro de El Melero a escuchar a los ciervos. Tras un rato de bramidos, que siempre impresionan aunque aún no estábamos en su auge, bajamos hasta la orilla del Alagón donde el río se comienza a ser el embalse de Gabriel y Galán. Estando ahí pudimos comprobar que incluso en noche cerrada de luna nueva, las estrellas cuando el cielo está nítido, hacen que se puede caminar sin linterna. Para nuestro pequeño Álvaro, de 4 años y para algunos mayores, será una experiencia inolvidable: un cielo tan encendido que era realmente difícil reconocer hasta al Osa Mayor y Casiopea que se desdibujaban en un firmamento lleno de estrellas.
La mañana siguiente, tras el tradicional desayuno de cazador con sus migas ilustradas y matajambres, ya estábamos listos para iniciar la ruta por la Sierra de Lagunilla. Por el camino aprendimos que era un muladar, -un comedero de buitres-; subimos a uno de los puestos de vigilancia contraincendios a charlar con el forestal bordeando la reserva de Arca y Buitrera, y travesamos un interminable pinar de pino resinero (Pinus pinaster L.) hasta la ciudad amurallada de Granadilla, que está en medio de una pequeña península abrazada por el Embalse de Gabriel y Galán. Esta vez tuvimos tiempo de subir a su castillo, rodear a pie completamente la muralla, y disfrutar de su estupenda restauración. Como era pronto, le dimos a la cervecita y al almuerzo antes de encaminarnos a la zona del río Bronco, donde tras atravesar impresionantes dehesas por una servidumbre de paso, y una zona de repoblación de vegetación casi impenetrable (maquia), llegamos de nuevo hasta las Hurdes.
Tras bajar al fondo de valle por pistas, decidimos comer bajo la sombra de un nogal junto al río de Ovejuela, uno de los pocos lugares de frescor garantizado en este atípico septiembre. Ahí parte de la expedición decidió continuar a pié hasta el Chorrituelo, y otros a descansar al hostal en Riomalo.
Los que decidimos caminar, tuvimos ocasión de ir por una nueva ruta de ladera que nos explicó un vecino del pueblo. Si bien el camino sube con tanta pendiente que se te salen los higadillos, la bajada hasta la cascada fue espectacular. La impresión es la de estar en una auténtica selva y llegar a un paraje nunca ollado por el hombre. Efectivamente no había nadie, y pudimos darnos un bañito de esos que te llenan el espíritu y te hacen sentir vivo.
Al cabo de un buen rato, emprendimos el regreso por el lecho del río. Caben destacar los colores de los reflejos de las últimas luces del día en los charcos, que a modo de espejo, formaba el arroyo a nuestro paso, mientras caminábamos haciendo equilibrios por estratos eerosionados casi verticales. Al llegar a la terraza más cervecita, ducha y un tiempo de reposo antes de cenar al aire libre comentando la completa jornada.
Creo que durante la cena fue cuando surgió la posibilidad de salirnos de programa y alquilar algunas bicicletas, para hacer una etapa mixta BTT-4x4. La idea era rodear por pistas el que pudiera la Sierra del Cordón, completando casi 40 km entre pinares, vaguadas y lomas. El resto del contingente, -ventajas del petit comité-, seguiría a los valientes ciclistas en la pickup de Said y Marta haciendo de coche escoba. En la cena disfrutamos de bacalao a la riojana, secreto de cerdo ibérico y una sopa de cocido de primero hasta con sus garbancitos y todo. ¡Qué rico!
Esa noche, bajamos también a escuchar a los ciervos, con los que se entabló un auténtico diálogo imitando sus bramidos entre las risas contenidas de algunos participantes.
A la vuelta no pudo ser la tradicional queimada, la tapicería del maletero de mi coche, se la había bebido entera, para primero desconcierto, y luego alegría de su conductor, que se batía entre la sonrisa y la modorra al día siguiente, merced a sus etílicos vapores.
Pues el domingo ya estaba la suerte echada y nos dedicamos unos a pedalear por parajes impresionantes, y otros a disfrutar del camino a cámara lenta, a seguir a los ciclistas e ir haciendo fotos. La etapa terminó con triunfo de Luis y Juan que hicieron el recorrido completo en algo menos de dos horas.
Una vez todos juntos de nuevo, salimos con los coches a recorrer la ruta 4x4 por la Sierra del Cordón, con espectaculares subidas y bajadas de grandes pendientes, acompañados en todo momento de los buitres, y compartiendo sus dominios desde la cima de tu a tu.
Las vistas espectaculares. Desde lo alto se puede distinguir la Sierra de Gredos con su Calvitero, la Sierra de la Peña de Francia, la Sierra del Castillo, la de Lagunilla, la entrada al Valle del Jerte, el embalse, y toda la comarca de las Hurdes, ese mar petrificado siempre verde.
Tras el descenso por una nueva variante, la fiesta continuó en la piscina natural de Las Mestas. Mientras todos se daban un bañito, la organización preparaba la comida en las mesas de piedra junto a la fuente, consistente en gazpacho de tomates de la tierra y paella de marisco. Luisa nos invitó a bizcocho casero.
Besos, abrazos antes de volver unos a Madrid directamente, otros a Galicia pasando por las Batuecas para pasear y visita a La Alberca, pueblo charro por excelencia.
Ha sido una bonita salida esta vez con la ventaja de ser pocos.
Próximas salidas a las Hurdes:
• Jornadas micológicas y gastronómicas. Noviembre 2012
• Primavera en Las Hurdes.
• Ruta de la Berrea.
• Cuando quieras, si tienes un grupo de más de tres coches.